Parafraseando a Diego después de quedarse solo por Tanzania tras haber compartido los últimos 15 días de su vida junto a 21 desconocidos, despido a las 12 personas que se han atrevido a venir a gozar a Mozambique y decido quedarme solo… necesito una pausa, necesito un reset, dejar de pensar, respirar, hace un tiempo dejé de respirar, necesito algo que me frene, necesito que la calma me ayude a reposar todo lo que está pasando en los últimos meses.

Cuando en su día soñaba con poder compartir este tipo de experiencias con “mi gente”, jamás se me pasó por la cabeza que “mi gente” fuera una cantidad inigualable de intrépidos desconocidos y no precisamente mis amigos y familia… y vaya con “mi gente”, con “mi nueva gente”, la combinación de aventuras exóticas junto con la aportación de granitos de arena en diferentes microproyectos se ha desbordado alegremente y ahora mismo estamos en una vorágine que de alguna manera tenemos que pausar para colocar todas las ideas y, sobre todo, todo el amor que estamos recibiendo.

Estoy en Johannesburgo, lo que primero necesito es sentarme delante del ordenador de manera tranquila para trabajar y facturar un poquito que de vez en cuando me da por comer o, mejor dicho, me da con bastante frecuencia y mi apetito no se sacia de manera gratuita. Esta ciudad es un tanto fea y peligrosa, así que creo que voy a comprar un vuelo y cruzar el país hacia Ciudad del Cabo que hace 3 meses me dejó encandilado y siento que allí podré recargar energía a tope.

Según aterrizo reservo un Uber que me lleva directamente al hostel que he reservado cerquita del Sea Point y de una zona espectacular para disfrutar. Por más que lo pruebo, sigo alucinando con la facilidad para movernos a través de esta nueva tendencia de economía colaborativa, rápido, ágil y barato, un trayecto de unos 25 kilómetros apenas cuesta 11 € y, por mucho que esto sea África, éste no deja de ser un país rico y tiene precios europeos en la mayoría de las cosas.

Son las 23:15 h., en el hostel de mochileros me recibe un chico bastante agradable que en muy pocos minutos me explica todo rápido y me puedo acostar tranquilo… Eso creía, la habitación tiene 6 camas pero sólo la comparto con un rubio alto, musculoso y seguramente guapo cuya afición es jugar a no se qué al ordenador y cuando acaba dejarlo encendido toda la noche debajo de la cama porque lo usa como despertador… a las 6 de la mañana. Bueno, no me cuesta volverme a dormir hasta las 8 y creo que ya me apetece ir al desayuno.

Descubro que los 10 € que me cuesta la noche también incluye té, café, yoghourt, muesli, cereales y tostadas que, a modo de desayuno puede hacer las veces. Mientras estoy reponiendo fuerzas observo la gente que me rodea, me da la sensación que este sitio es base de ciertos homeless (aquí conocidos como personas sin hogar), no deja de ser un lugar práctico aunque está enfocado de manera un poco cutre, yo no necesito más la verdad, para mi para estos días creo que me vale de sobra puesto que puedo trabajar tranquilo y el wifi va como un avión.

Salgo a caminar por el paseo marítimo dirección Camps Bay, una de las zonas más exclusivas de la ciudad, de hecho parece que me estoy cruzando con bastantes celebrities, la mayoría me saludan bien con la mirada bien incluso con una sonrisa pasando por alto las pintas desaliñadas que en este momento llevo. Es acojonante cómo puedo estar durmiendo con homeless y a la vez paseando entre casas y coches de millones de €, sí, así se puede disfrutar la ciudad a tope sin necesidad de gastar más de tu presupuesto. Llevo andados 17 kilómetros así a lo tonto, acabo de ver un puesto de alquiler de bicis, el clima y el paisaje es tan espectacular que sin tener prisa creo que alquilo una para devolverla en el otro punto de la ciudad y combinar el ejercicio físico.

Voy sonríendo, en el punto de inicio no me cobraron el alquiler al no saber cuánto tiempo iba a estar con ella y en el punto final tampoco pensando que ya la había pagado… me acabo de ahorrar unos 3 € y encima me digo “joer qué guay!”. No se realmente si me siento bien o soy un poco gilipollas, estoy concienciado con dejar generosas propinas en los restaurantes puesto que es de lo que vive todo el personal y ahora uso mi picardía para ahorrarme ¡¡3 €!!… que alguien me lo explique. Son las 21:30 horas, me meto en mi “suite”, doy las buenas noches a mi compañero y me quedó dormido sin despedirme ni de mi mismo.

Cuando despierto recuerdo que tengo que hacer 2 videollamadas con clientes, por un lado dudo qué ponerme y por otro echo un vistazo a la mochila y me recuerdo que no, que aquí no tengo ni traje ni corbata y que, a lo sumo, en lugar de una camiseta zarrapastrosa siempre podré ponerme alguno de los atuendos africanos tan coloridos y llamativos para dar una imagen un tanto responsable.

Me preocupa poco, si algo me gusta de mi trabajo es poder hacerlo desde cualquier lado y, teniendo en cuenta mi permanente movilidad, los clientes respetan y entienden mi manera de vivir y no sienten que su dinero vaya a estar en mejores manos por usar una imagen u otra, esta sensación me da una tranquilidad brutal, yo soy siempre yo y por mucho que me vista elegante puedo decir lo mismo que en chandal, en bikini o en topless, así que me pongo una camiseta zarrapastrosa como cualquier otro día y al lío.

Estoy cenando en el Waterfront, me encanta esta zona por los variados puestos de comida así como por la música en directo permanente en cada esquina, parece mentira pero en apenas 48 horas siento de nuevo aire fresco en mi mente y ya puedo pensar con claridad dónde me voy después de aquí. Hoy también he andado casi 20 kilómetros así que abro la app de Uber y veo que por apenas 2€ puedo estar en mi “casa” y así me ahorro subir la última cuestecita, esto realmente es un vicio.

Antes de acostarme voy a chequear vuelos, no se si volver a España o pasarme por Etiopía o Uganda. Nacho es un médico español que se dedica a salvar literalmente vidas de niños malnutridos en el hospital de Gambo (Etiopía), tengo unas ganas tremendas de conocerle y de conocer aquello así que lo tomo como primera opción. Mierda, por segunda vez en los últimos meses no coincidimos, me dice que precisamente en estos días va a ir a España que hace tiempo que no va y siente morriña… sí, los héroes también necesitan el calor de su hogar y Nacho lo es.

¿Qué hago? Quiero volver a España, echo de menos a Ana y a mi familia, pero en menos de 1 mes estoy volviendo a Tanzania para rematar las aventuras del verano con los 2 últimos grupos, así que ir para volver en breve y viendo encima los precios de los vuelos… seguir por aquí deambulando me vendrá bien.

El vuelo a Uganda el domingo está barato, eso sí, vía Zimbabwe y Ruanda primero, tarda casi tanto que ir a España y está aquí al lado joder… da igual, es el momento perfecto y tengo tiempo así que me voy a ugandear unos días.

Hoy a mi compañero de “suite” le ha sonado el ordenador-despertador aún más pronto y encima ha tardado tanto en despertarse que casi me levanto a apagárselo yo en la almohada… por mucho que me pide disculpas no siento que deba soportar esto las 4 noches que me quedan, así que estoy chequeando diferentes alternativas para mudarme cuanto antes. Pedazo apartamento he reservado, esto sí que parece una suite de un hotel de lujo y además por menos de 30 €/noche a través de airbnb. Desde hace 6 años soy usuario de este tipo de tendencias y sólo han hecho que enriquecerme a cada cual más sea blablacar, airbnb o Uber, más allá de la regulación legal y de las cosas “bien hechas” entiendo que movernos de esta manera sólo suma y me aporta muchísimo en mi día a día dada la cantidad de gente buena que conozco y de los servicios económicos que de otra manera no podría disfrutar y sí, también cojo taxis y hoteles de siempre pero este tipo de economía ha llegado para quedarse y tan solo es un producto más dentro de las diferentes alternativas y que a mi por supuesto me gusta aprovechar.

Ahora que tengo un destino a corto plazo hoy siento un gran bajón, siempre me ha encantado moverme solo, a mi bola, de hecho esta manera de viajar es lo que paradójicamente me ha cambiado la vida a través de Juntos Mola Más, ahora no concibo moverme solo, no le encuentro mucho sentido cuando encima hay tanta gente con mi misma manera de entender los viajes y con los cuales hay esa conexión brutal y mágica de la que luego cuesta despedirse… echo mucho de menos al grupo mozambicano, a todos, realmente hicimos una piña que fue de menos a más y los últimos días he podido ir comprobando en la mirada de cada uno que había surgido una amistad para toda la vida. Echo mucho de menos a Ana, mi noviamujer que tanto me aguanta y que, a pesar de todo, entiende esta cabecita incluso mejor que yo mismo, necesito sus mimos. Echo mucho de menos a mis sobrinos, a mis hermanas y a mis padres, siendo tan diferente como soy de ellos y ahora mismo daría cualquier cosa por estar a su lado…

 

Después de 4 días sin tomar una cerveza creo que me entrará de lujo, no me queda otra que sentirme, que quererme y que intentar no lastimarme para seguir a tope confiando y brillando con las personas que día a día enriquecen mi vida. Esta ciudad me flipa, me siento genial aquí e incluso podría vivir una temporadita así que voy a seguir exprimiéndola.

Me vuelvo a sentar a cenar en el Waterfront, esta vez en una terraza con música en directo de un chico cuya voz me transmite auténtico confort. Junto a él están bailando dos mujeres muy alegres y dicharacheras; es curioso, una de ellas se parece muchísimo a mi tía Berta quién ahora está en un hospital con cuidados paliativos esperando su momento… ¿se habrá reencarnado ya en esta alegre bailarina? ¡La vida es increíble!

Hoy creo que vuelvo andando, son apenas las 20h y me apetece seguir tomando el aire otro poco. Se acerca un señor a pedirme dinero una vez más, aunque la ciudad está bastante desarrollada no deja de haber un contraste brutal en cada esquina con mucha gente durmiendo en la calle. Voy en mi mundo y le doy plantón con cortesía (o eso creo), pero nos hemos cruzado los ojos y su mirada me ha penetrado de lleno. Lo tengo ya a unos 20 metros, me paro, me doy la vuelta, le miro, se acerca corriendo, le doy una limosna decente y le digo que la comparta con sus compañeros de suelo, me asiente con la cabeza, como los demás no saben lo que le he dado seguramente se lo quede para él. Sigo andando, me paro, me doy la vuelta, observo como 5 negros me están dando las gracias agitando las manos desde unos 50 metros, me siento un completo privilegiado a la vez que subnormal, apenas les llegará para uno o dos sandwichs a cada uno y siento una gratificación inmensa con sus gestos. Todas las personas que duermen en la calle son negros, no veo a ningún blanco, ¿casualidad? No lo creo, seguramente muchos incluso tengan trabajo pero no se puedan pagar el transporte a los townships a las afueras de la ciudad donde probablemente vivan, el sueldo medio de los negros en restaurantes puede rondar los 40/50 €, así que dejarse todos los días 1 o 2 € en transporte no les sale rentable. Por muchos mendigos con los que me cruzo jamás ninguno me ha hecho sentir miedo, intento sonreírles siempre y, siempre, siempre, siempre me devuelven la sonrisa aunque no les de nada. No se porqué pero confío en ellos y, cuando me devuelven la sonrisa, siento que contribuyen a que yo sienta algo aún más grande; es maravilloso intentar ponerme en su lugar y ver cómo le bailan a la vida. Me encantaría sentarme con ellos y escuchar lo que hablan, qué les preocupa, cómo se expresa una persona cuyo fin todos los días es dormir a la intemperie… ¡La vida es increíble!

Hoy chateo con Catina, con Marina, con Beuca; hago videollamada con Andrea, Lorena y Nuria que ahora mismo están en Tanzania compartiendo la aventura con otras 21 personas. Ayer por la tarde videollamé a mis 5 sobrinos. Ahora completo mi batería con otra videollamada a Ana, ¡qué guapa es!

En apenas unas horas he contactado con casi todos los pilares de mi vida, cómo me enamora verles las caras.

 

Detecto una peluquería, me encanta cortarme el pelo allá donde esté y ahora me hace falta así que tiro pa’ dentro. Me recibe una señora muy amable de unos 60 años, primero me lava el pelo una chica joven negra y luego la releva esta señora blanca que parece la dueña. Iba a preguntar antes cuánto me cobraba pero no lo hago y cuando me quiero dar cuenta ya me está rematando. Como mi inglés es un tanto callejero y escaso, enseguida me pregunta de dónde soy, al decir España enlaza con el soccer, todo el mundo pregunta por el soccer, ¡a mi que más me da el soccer y que España esté fuera del mundial! el fútbol de hoy en día mueve tanto dinero y tan pocos valores que, después de media vida en campos de fútbol arbitrando partidos, hoy es algo que me trae sin cuidado. Encamino la conversación hacia donde me interesa, le digo que no estoy de vacaciones, que vivo aquí desde hace poco tiempo y que no sé hasta cuándo me quedaré. Creo que es una buena táctica para que no intente engañarme cuando me diga cuánto he de pagar… me equivoco, me ve cara de pardillo y realmente creo que he pagado de más (casi 13 €), desde luego es el país donde más caro me ha costado aligerar mi cabeza, desde Nicaragua (0’40 céntimos) a aquí. Bueno, me compadece pensar que he contribuido a una mejor calidad de vida de la “buena señora” y a ver si en breve se retira porque con la cojera que gasta debería estar disfrutando algo más fuera de la peluquería y no esperar a la jubilación para vivir, ya ha vivido suficiente, ahora le toca disfrutar, ¿y si no llega?

Un último Uber me deja en el aeropuerto, estoy tan desnortado por momentos que incluso chequeo un vuelo a España para hoy mismo, hay uno a las 17 h. no demasiado caro. A pesar de que veo que mi vuelo real está retrasado 1 hora continuo con el plan previsto; escribo a mi contacto de Uganda para informarle de mis tiempos y me vuelvo a escojonar, he recordado que cuando contacté con él el otro día me dijo que me esperaría en el aeropuerto con una camiseta con slogan “Frutas Bruno” para que yo le reconociera…

No se quién es ni porqué lo tengo en Facebook, sólo se que es ugandés y que trabaja con niños en una escuela; aparte de otros 3 proyectos que tengo en agenda para visitar, digamos que empiezo por éste por la facilidad que me ha dado Bruno diciéndome que incluso me iba a buscar al aeropuerto, así que nada, “Frutas Bruno” está a la espera de mi llegada. El avión sale con más de una hora de retraso y primero hace parada técnica en Harare (Zimbabwe) y luego escala en Kigali (Ruanda), se supone que llego a la 1:50 de la madrugada pero… ahora mismo no lo tengo yo muy claro.

Estamos en Harare, me ha parecido entender en mi “maravilloso” inglés que los que continuamos a Kigali permanezcamos en el avión, veo que baja todo el mundo, ¿acaso continuo yo solo? ¿y si no me dicen nada como al pasajero que se quedó dormido y apareció en el otro lado del mundo? ¿y si voy para Sudán, Somalia o mejor aún, Madrid? Deja de flipar anda, que ahora te lo aclararán…

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