En poco más de 24 horas he conseguido sentir lo que creo que venía buscando, quizá demasiado acentuado:
Con intención de llegar al norte de Vietnam por tierra vía Laos y después de trasnochar algo para despedir Chiang Mai como se merecía, decidí dormir poco para coger el primer y único VIP bus que llegaba a la frontera y de ahí navegar el río Mekong hasta Luang Prabang (capital de Laos), la cosa no empezó bien cuando llegué a las 7:15 de la mañana y ya no quedaban billetes, así que tuve que esperar para coger el siguiente bus normal a las 9:30 h. Todo lo bien que lo había pasado en Chiang Mai se esfumó en el momento en que este autobús se puso en marcha: lo que en un principio serían 4 horas se convirtieron en 7, y ahora sí que me iba a ir adentrando en zonas verdaderamente rurales donde no íbamos a ser capaces de entendernos ni por señas.


Mi optimismo me transmitía tranquilidad, en breve llegaría a la frontera y allí se supone que por ser zona viajera podría encontrar cierto confort…

En efecto me equivocaba: en Chiang Khong me vi en medio de la nada sin nadie que me entendiera lo que quería, hasta que conseguí no se cómo que un conductor joven de tuc tuc me llevara a la oficina de inmigración para desde allí adentrarme en el nuevo país; por si fuera poco compliqué yo más los trámites ya que no llevaba $ en efectivo ni fotografía tamaño carnet, cosa que sabía, pero vi cierta luz cuando me acoplé a dos jóvenes alemanas (una de ellas con sudadera de la Universidad de Salamanca) y entre los 3 conseguimos llegar hasta el primer pueblo de Laos.


Por la habitación de lo que parecía el mejor hotel de Houayxay corrían ciertas cucarachas y lagartijas, las hormigas eran lo de menos. Por si fuera poco al estar todo lleno compartí habitación con un chico californiano con el que también había coincidido en el bus y al que mis prejuicios y críticas iniciales habían tachado de colgao (indumentaria hippie, bicicleta, flor en la oreja, y una mini guitarra que nada más subir al bus empezó a tocar literalmente sacando una melodía cuando menos estridente).
Al rato estaba cenando entre un par de americanos, una pareja holandesa y las dos chicas alemanas y aquí sentí por primera vez en el viaje que mi nivel de inglés era, siendo benévolos, bastante escaso…

El cansancio que tenía venció al asquillo de la jungla interna y conseguí dormir unas pocas horas.
Mi ingenuidad me dijo que cuanto antes saliera de ese hotel antes llegaría a un nuevo y mejor destino, y en efecto me volví a equivocar:

Estaba diluviando y para llegar hasta Luang Prabang quise optar por la opción más rápida, un fast boat; cuando llego a lo que se supone que era el muelle veo a un gran grupo de paisanos sonriendo mientras me miraban y se escojonaban a la vez, y lógicamente hablando en idioma que yo creo q hasta las letras en las bocas eran diferentes. Me dicen que el precio del trayecto son 2.000.000 de kibs (unos 270€) y a la par observo que lo que yo creía era un catamarán bien preparado era la típica barca asiática con motor, así que mi valentía fue menguando poco a poco, intenté buscar un café cercano sin éxito para ayudarme a entender un poco mejor todo, y se me acercó el que a priori debía ser el hijo del más mafioso y me dijo no se en qué idioma que a las 10 se juntaría más gente y podríamos salir para mi destino, el precio serían unos 42€; pero seguía diluviando y el trayecto en bote a motor descubierto era de 6 horas…

Decidí volver al centro de la ciudad no sin antes escuchar voces hacia mí en tonos algo agresivos que probablemente significaban que dónde coño iba.
Al fin pude tomar un café en el primer sitio que encontré y volví a investigar sobre las diferentes opciones de llegar a Luang Prabang una vez descartada la que a priori era la mejor. El slow boat tampoco me convencía, 48 horas en un barco nada cómodo podían ser demasiado infernales, así que preguntando por la vía terrestre en varios sitios me dijeron que hasta última hora de la tarde no salía ningún bus hasta que, gran casualidad, di con una agencia que me llevó a la estación de autobuses y me subió justo en ese instante en un autobús dirección mi anhelado destino.
Que yo haya pagado casi 20€ por este trayecto cuando vamos 12 personas, nadie occidental, y el resto sumamente pobres a nivel monetario, me huele cuando menos un poco mal, pero bueno, como diría Arturo P. Reverte, este dinero es de la cartera que en todos los viajes tienes que apartar para los engaños inevitables.


 Vamos a una media de 30 kms./hora, un par de mujeres deben estar mareándose continuamente porque aquí en la parte de atrás oigo gárgaras continuas y he visto el pasillo inundado… 7 horas después aún nos queda más de la mitad del viaje, son las 7 pm y ya es de noche. Hemos estado parados hora y media por una avería del autobús, pregunto a los chóferes y sólo se ríen y cuando les pregunto si llegaremos a Luang Prabang me dicen que no, o eso les entiendo, y aún así mi cabeza me dice «tranquilo, si no te entienden», eso espero,…

Para rizar más la desesperación, haciendo una foto se me ha resbalado el teléfono y de nuevo en menos de 3 semanas otra pantalla reventada… Menos mal que me he atrevido a probar un pincho de «muuuuu», algo picante a la barbacoa, y estaba delicioso.



Al fin esto arranca, no se si lo deseo o no la verdad, pero cierto es que estoy en medio de la nada y he de salir de aquí, así que digamos que sí lo deseo y me subo al bus de nuevo. Nada más emprender el viaje control policial, veo mucha gente vestida de militar, me pregunto si habrá mafia y se cebarán conmigo o si serán humanos y ni se fijarán,… Afortunadamente nadie me dice nada.


Estoy valorando seriamente llegar a Sapa o no, es una zona rural del norte de Vietnam preciosísima donde quería estar unos días de voluntariado con una ONG local, pero ir hasta allí es una odisea similar a ésta e incluso de más horas, calculo que podría llegar a lo largo de los próximos 3 días si no surge nada raro, y surge, así que probablemente desde Luang Prabang reorganice los cromos y plantee nuevo destino 😓😓
Aún así, y en medio de la desesperación, estas aventuras me proporcionan más satisfacciones y me hacen sentir más vinculado y vivo, más yo mismo que cualquier otra cosa de las que me ocurren. Me digo a mí mismo: recuerda esto. Quédate con esto. Ésta es la única perfección que existe, la perfección de ayudar y sentir cómo viven los demás. De lo que hacemos, esto es lo único con un valor o con un sentido duraderos. Ésta es la razón por la que estamos aquí. Para hacernos sentir seguros los unos a los otros. Sentirse deprimido después de un desamor puede ser una cosa, pero sentirse deprimido por nada, por la vida en general, es otra muy distinta. Yo no puedo sentirme así. Me niego a admitir que me siento así, y más por algo que he decidido yo, me he buscado yo.

Dejo de pensar. No digo nada. Llegamos a la encrucijada. Ahí está y ahora me parece que llevamos meses dirigiéndonos hacia aquí. Años. Tan solo han sido 16 horas y media en un bus destartalado por caminos de cabras montesas sin 1 minuto seguido sin baches que lo agitaran. Miro por la ventana y aún siendo de noche veo más pobreza y miseria que nunca. Me digo a mí mismo: ¿y qué? ¿A quién le importa que estés aquí viendo y sintiendo esto? Piensa en toda esa gente de ahí fuera, todos esos millones de personas en todo el mundo que no tienen ni medios con los que ganarse la vida ni nada que llevarse a la boca, así que debes respetarlo y respetarte a ti mismo.
Son las 4:30 de la mañana, hora perfecta para encontrar alojamiento, aún así desecho en un primer momento la oferta de un par de tuc tucs por llevarme no se dónde, no se dónde estoy, desorientado empiezo a andar y encuentro un primer hostel donde entro al ver la puerta abierta y descubro a una pareja durmiendo en un colchón de apenas 70 cms que roza el suelo detrás del mostrador de recepción, tardan unos segundos en reaccionar pero al sentir un mínimo ruido él se pone en pie como un resorte, me dice que la noche son 14€ y que no tienen wifi. Saco ganas para pedirle disculpas y agradecerle su interés, pero me voy.

Continuo por la carretera y encuentro uno que parece que tiene mucha mejor pinta, aunque lo de que las apariencias engañan aquí se multiplica, y aunque estoy en la puerta unos 10 minutos intentando hacer alguna señal al interior, no tengo éxito y me doy la vuelta con intención de negociar con alguno de los tuc tucs que acababa de despreciar.
Me lleva a lo que creo es el centro del pueblo, y justo me deja en un hostel cuyo anfitrión se despierta al sentir ruido y me recibe con una gran sonrisa, me pide casi 10€ la noche y sólo con planteárselo consigo que sea la mitad, y tiene wifi.

Me doy una ducha fría, durante todo el viaje todas las duchas frías se han agradecido, pero ésta no, aún así aprieto los dientes y me hago ver que es el último reducto de sufrimiento de uno de los días más «apasionantes» de mi vida… Me equivocaba, desde Nicaragua ciertas noches los gallos me persiguen y hoy es una de ellas, así que aprovecho el insomnio para cerrar la mejor vía de escape de aquí y olvidar cuanto antes esta tortura, dejo comprado el vuelo a Hanoi, tengo casi dos días para disfrutar de una ciudad Patrimonio de la Humanidad y en la que desde luego no he entrado con buen pie; consigo ir cayendo lentamente en un sueño profundo de 3 horas.

Apenas ha amanecido y decido salir a encontrar respuesta a «¿por qué coño estoy aquí?», nunca antes me había hecho tantas veces esta pregunta, decido alquilar una bici en la tienda de al lado y… me encanta desmenuzar las ciudades andando, pero en bici me chifla por tres, digo por tres pq es el tiempo que calculo que te ahorras, avanzas como tres días más, así que apenas había recorrido medio kilómetro cuando ya el paseo matutino con cierta lluvia agradecida disfrutando de la ribera del Mekong fue simplemente maravilloso. Buscando unos campos de arroz me perdí sin querer pero fui a dar con lo más auténtico de la ciudad, con los usos y costumbres de la gente local. Fui descubriendo templos a la par que resorts y casas coloniales que me recordaban a la ciudad de Granada en Nicaragua, esa inhalación que a la par por una fosa te mete miseria y por la otra abundancia, y lloviendo, empapado pero disfrutando, en unas simples pedaladas se me había pasado el shock y olvidado por completo la odisea por la que había llegado hasta aquí. El día se pasó volando y en el mismo hostel coincidí con las mismas jóvenes alemanas con las que había entrado al país, así que cuando me invitaron a ir al Night Market a cenar con ellas ni lo dudé.

  
  
  

Hoy amaneció lloviendo bastante e ir con la bici podía ser un acto de inconsciencia teniendo en cuenta el viaje que aún queda, así que decidí adentrarme andando en las calles más recónditas y disfrutar de los mercados y de las gentes, y así llegamos a media mañana cuando coincidí con una pareja de hermanas riojanas que esta misma tarde también volaban para Hanoi, con lo que fue bastante fácil profundizar en la conversación.


  
  
  
  
  

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